Me informé ayer en l’achuntament (me gusta esta grafía a lo Bernat i Baldoví) de mi pueblo que la línea de autobús 180 no ha sido restablecida completamente pero sí la de Silla-Valènsia con parada en Albal.
El estado de la calle principal es aún muy precario aunque se ha liberado ya de los vehículos siniestrados y amontonados que impedían todo tráfico. Muchas tiendas y locales siguen aún en proceso de limpieza y otros en un stand-bye de dudosa reapertura.
Las calles que desembocan en la Avinguda de Les Corts están en muy malas condiciones y todavía tienen montones de escombros y barro semiseco y, en algunas, vehículos para chatarra, aunque con el tráfico restaurado.
El otro día hice el comentario bromista, de bastante mal gusto, acerca de la facilidad de aparcamiento por los cientos de coches perdidos.
Era apresurada. Como a mi barrio no llegó la riada, aquellos que funcionan han venido a buscar aparcamiento en él, con lo que ahora hay hostias para encontrar una plaza libre donde antes no existía dificultad alguna en encontrarla.
El panorama es deprimente y así seguirá por bastante tiempo, máxime teniendo en cuenta que Albal ha sido una de las poblaciones de l’Horta Sud menos perjudicada -es el penúltimo pueblo de la cadena de pueblos vecinos- y por tanto, necesita una «menor» ayuda exterior.
No puedo evitar sin embargo, un ánimo sombrío como muchos de mis conciudadanos aun no habiendo sufrido directamente los desastrosos efectos de la catástrofe. Mañana, hoy no tengo valor suficiente, me acercaré a Catarroja a ver cómo les va la cosa a mis vecinos más próximos.
