Existe hoy en día la percepción equívoca que el último milagro que se dio en el seno de la ICYAR (por sus siglas de Iglesia Católica y Apostólica Romana) es la aparición de la Virgen a la pastorcilla Bernadette Soubirous en Lourdes o, si acaso, sus apariciones portuguesas en Fátima. Craso error.
Todos los días y por varias veces a lo largo de todo el universo católico, ocurre el fabuloso milagro de la Transubstanciación que -tal vez por esa misma cotidianeidad- pasa desapercibido. Si os preguntáis en que consiste este fenómeno, lo explicaré brevemente: es la transformación de la oblea y el vino misal en el Cuerpo y la Sangre de Cristo mediante el rito de la Eucaristía.
Parece una tontería pero no lo es. De hecho las consecuencias de la Eucaristía y su Transubstanciación imprimen carácter y son de largo alcance. Por fortuna están excluidos del rito de la comunión los celíacos (por razones obvias al tratarse de una oblea con gluten) y los pecadores que no hayan pasado por el previo de la confesión de los pecados. ¿Cuáles son los terribles efectos de la comunión? Convierte a los fieles -meapilas o no- en antropófagos por consumir CARNE humana (y divina, mira tú) y a los oficiantes los transforma en VAMPIROS bebedores de sangre humana (y divina, mira más tú).
Hay -sin embargo- una diferencia de clases también entre la parroquia, aún sin hacerlo público: las hostias que elaboran las hermanitas del Santo Sepulcro para el populacho están hechas con harinas de deshecho, las más baratas y de dudosa higiene bacteriológica. En cambio para clientela VIP, las Elaboratrices de la Virgen del Sagrado Búcaro de Assisi (una secta casi desconocida entre la grey monjil) hacen unas obleas fetén, elaboradas con mimo, minuciosidad, pulcritud y primor (una a una y manualmente), pero sobre todo, con masa madre. Más todavía, con masa de puta madre. Estas últimas sólo se destinan a parroquias de postín o grandes templos.
En cuanto a los curas vampiros (que no borrachines, no vayamos a airarles), también tienen sus divisiones. Para los párrocos de barrios y pueblos el vino de la consagración es con un Don Simón (eso sí, nunca de cartón) y a correr. Las parroquias del nivel de las equivalentes al madrileño barrio de Salamanca (de gente con posibles, para entendernos) nunca bajarán de un buen Ribera del Duero o un Rioja de tres años en barrica. Los de Borgoña de 10 años o más se reservan únicamente para arzobispos, obispos y cardenales en basílicas y catedrales.
¿Existen o no los milagros hoy en día? Existen sin duda alguna. Que cada uno reflexione y se aplique el cuento pero haberlos, haylos.
El Sacramentador Extravagante -antes Pulimentador de Caletres y más antes Agrimensor de la Luna-